2. Casamenteras

La primera semana tras la fiesta sólo demostró que las cosas podían, aunque en un principio no lo creyera, ser peores para él. 

El acoso comenzaba a resultarle asfixiante. Estaba seguro que él no tenía tantos encantos como para tener un club de admiradoras, así que tenía claro que todo se basaba en la recompensa.

Alicia y Susana estaban complacidas de la nueva lista de posibles novias que habían ido armando en secreto. Todos los días preguntaban por la chica del vestido azul y él comenzaba a dudar si había sido real. 

Ella no aparecía por ningún lado. Tal vez se había cambiado de escuela tras el comunicado en los boletines del periódico escolar. Tal vez lo consideraba un acosador. Tal vez la había asustado y ella simplemente había huido de la ciudad. O tal vez no estaba interesada. 

Susana lo entrevistó el martes, parecía de lo más interesada por saber todo de la chica del vestido azul. Ya se había cansado de repetir lo mismo.

Sus ojos podían haber sido marrones, oscuros o verdes.  Su cabello era castaño o negro aunque, tal vez, incluso pudo ser cobrizo. Su piel era blanca, pero no sabía si la clase de blanco aceptable, el color que se obtiene tras años de encierro o si simplemente tenía piel albina. Su nariz era pequeña pero no respingada. No recordaba sus orejas, ni su calzado, ni si tenía alguna cicatriz extraña y notable. Ella llevaba un vestido azul.  ¿Eso era tan difícil de entender?

El miércoles, Alicia le dio a conocer que realizaría una nueva fiesta el siguiente sábado si sus padres volvían a irse. Ellas esperaban que la chica del vestido azul asistiera, sin embargo, sus planes fueron cancelados cuando sus padres cancelaron la salida a casa de los abuelos. 

El jueves, Susana le llevó bocetos de diferentes tipos de caras, estaba casi seguro de que el siguiente paso era llevar a un pintor para que la dibujara según fuese describiéndola. No recordaba su tipo de cara, pudo ser cuadrada, rectangular e incluso triangular. ¿Acaso uno debe recordar todos los aspectos de una chica a la que se conoce en una fiesta de disfraces en medio de la oscuridad y el ruido de la música? No lo creía, aunque ellas parecían pensar lo contrario.

Catalina era la única que parecía abstenerse de preguntar sobre la chica del vestido azul. Aunque todo era por la falta de confianza y algo empezaba a hacer sentir a Alejandro que él no era del agrado de ella. Aunque aún no estaba seguro si creía que ella lo odiaba por las miradas que le lanzaba, porque lo ignoraba o porque se limitaba a marcharse en cuanto él comenzaba a hablar. 

El viernes, decidió que ella tampoco era de su agrado. No entendía porqué ella era una de las cinco chicas que usaban camisas polos con el escudo de la escuela y unos sencillos pantalones de mezclilla, cuando tenían permitido ir con ropa informal al instituto. No le gustaba que no usara maquillaje en absoluto o que siempre trajera todo su cabello agarrado en un diminuto molote detrás de su cabeza. Odiaba ese peinado, parecía un nido de pájaros y estaba decidido a comentárselo la próxima vez que saliera el tema del clima. 

Lo único bueno de aquella semana eran las visitas que recibía tanto de Susana como de Alicia en su casa, ellas parecían de lo más interesadas en platicar y él de alguna manera siempre agradecía su compañía a pesar de la situación. 

El jueves entre una serie de bocetos a su alrededor le había preguntado a Susana por El hombre araña. 

—Aún no ha llamado, pero debe ser porque sin mascara es un hombre horrible o algo así. Y es una lástima porque yo no saldría con alguien con tan poco confianza.

 —¿Saldrías con él aunque fuera mal parecido? 

 Ella meneó su cabeza como si no importara en absoluto el aspecto de su pareja.

—Una amiga sale con un chico muy feo y solo consiguió que la gente se fijara más en la belleza de ella. Ahora ella resulta ser una joya poco materialista y mejor persona. 

—¿Estamos hablando de Tara de tu clase de biología? —Ella asintió—. Su novio parece una mutación de humano y orangután.

La chica de los ojos verdes se rió hasta terminar sujeta a su estomago.

—Es la verdad.

—Creí que era la única que lo comparaba con un orangután. —Fue el momento de reír de Alejandro— y ella es más parecida a un pequeño ratón. 

—Estoy de acuerdo, entonces… ¿no te importa el físico?

—No, aunque no digo que no me atraen más los hombres con un buen trasero, de esos que se te antojan dar una mordida.

Alejandro arrugó la nariz y sonrió.

—Eso ha sido demasiado gráfico.

—¿Y a ti? 

—No me atraen los hombres o sus grandes traseros comestibles.

—No, eres un tonto. Me refiero al físico, ¿Te importa?

—No lo creo.

—¿No lo crees?

—Supongo que lo importante es como besen. Por ejemplo, la chica del vestido azul besaba… — Susan a su lado saltó y le dio un golpe en su pecho, impidiéndole continuar.

—¿Se besaron?, ¿Por qué jamás dijiste nada de besar? Eso sirve de mucho

Repitió para sí sus palabras y quiso darle a su cerebro con un palo de golf. Él y su gran bocota. Alejandro se tomó la cabeza con las manos. Estaban teniendo una buena conversación hasta ese momento. ¿Por qué la chica del vestido azul siempre estaba presente? Se arrepentía de haber hablado de ella. La próxima vez se guardaría todos sus romances de una noche para sí mismo.

—¿Podrías reconocerla si la besaras? —preguntó Susana ansiosa por una respuesta afirmativa, Alejandro se encogió de hombros. 

—No tengo idea.

—La semana que viene habrá una recaudación de fondos, podríamos ponerte a vender besos y, tal vez con suerte, ella…

—No.  

—Pero no me has dejado que termine de contarte 

—Sé lo que vas a decir y mi respuesta es no. No voy a besar a nadie para recaudar fondos y no voy a besar mujeres para encontrar a la chica del vestido azul. No y esa es mi última palabra —ambos se miraron a los ojos, los verdes de ella golpeaban con puños y patadas, pero por primera vez los ojos oscuros de él se mantuvieron firmes. 

—Bien.

—Bien.

Alicia era tan sólo un poco menos obstinada que Susana. Al menos a ella también le había parecido una locura lo del puesto de besos el día de la recaudación de fondos. Aunque había sugerido que robara besos a las que se parecieran a su chica, porque en algún momento de todos esos días, la chica del vestido azul se convirtió en su chica.  

Las otras supuestas candidatas a ser la chica del vestido azul seguían apareciendo y él seguía evitando hablar con alguna de ellas. Alicia por su parte seguía recopilando información y haciendo preguntas a quienes habían ido a la fiesta para encontrar información sobre la chica del vestido azul, pero hasta el momento no había nada nuevo.

¿Y él? Él solo quería que aquella locura del día de la fiesta quedara en el pasado. 

Catalina era la única que parecía mantenerse alejada de toda aquella tontería de búsqueda de chica perfecta. Aunque se alejaba tanto que ni siquiera le dirigía la palabra. Simplemente parecía que él había dejado de ser de su agrado y ahora no permanecía en el mismo lugar que Alejandro si podía evitarlo. 

—Está loca —dijo Alejandro el viernes cuando se sentó con sus dos amigas, viendo como Cat se alejaba de ellos para “Ir a comprar algo afuera de la escuela”

—Creo que no le agradas. Seguramente es porque le pareces ridículo por eso de rechazar a tantas chicas buenas y guapas.

—No soy ridículo.

—Eres demasiado exigente —lo reprendió Susana con un ligero golpe en su hombro.

—Por eso no le agradas —volvió a decir Alicia segura de sus palabras.

—Ella tampoco me agrada —aseguró Alejandro. 

—Ni siquiera la conoces.

—La conozco lo suficiente para saber que no me agrada. La respeto sólo porque ella ha respetado mi espacio a diferencia de ustedes. 

—Volvemos al tema del espacio y el respeto. Tienes que superarlo —se quejó Alicia.

La primera semana pasó sin ningún nuevo inconveniente, tendría que llegar la siguiente semana, al martes para poder obtener su segunda pista.

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