El antifaz sin dueño

Apenas eran las diez de la mañana, pero sabía que ya iba tarde, se puso la camisa a prisas en el pasillo de la casa y metió el pie en el zapato derecho a punto de abrir la puerta. No escuchó la alarma, aunque creyó que había olvidado dejarla puesta antes de quedarse dormido. Por suerte, su destino estaba a media centena de pasos de distancia. Cruzó la calle, pasó de largo por el camino empedrado que llevaba a la puerta principal de su vecina y sin tocar la puerta ni esperar una invitación, entró. Necesitaba saber quién era ella.

Alicia, su vecina, había organizado en solo tres días una fiesta de disfraces, no pudo dejar pasar la oportunidad apenas se enteró que sus padres saldrían de la ciudad a visitar a la abuela que había tenido una reciente cirugía de cadera. Pero ahora iba contra tiempo porque tenían menos de seis horas para dejar la casa impecable. Eso explicaba las bolsas de basura apilada al lado de las escaleras y que ella llevaba una pañoleta rosa en el cabello y unos guantes de látex del mismo color, tenía las mejillas con rubor y sombras a juego con su vestimenta. 

—Hola, Ali. 

—Llegas tarde —le respondió pasándole la bolsa negra de basura, él la abrió a tiempo que ella lanzó dentro tres latas de cerveza.

—Oficialmente fue la mejor fiesta de disfraces.

Alicia sonrió feliz por el cumplido, pero pronto la sonrisa se transformó en una mueca de disgusto. 

—Yo no te recuerdo disfrazado.

—Vine con una corbata, era un disfraz. Por cierto, anoche conocí a una chica.

Alicia llevaba tres semestres buscándole una pareja y hasta el día anterior todo intento había sido en vano.

—¿En serio?, ¿cómo se llama?

—Ese es el problema. Olvidé preguntarle. 

—Es lo primero que se hace al conocer a alguien.

—No estaba pensando en cómo socializar con formalidad. 

—¿Y cómo era ella?

—Llevaba un vestido azul —dijo en respuesta— y un antifaz del mismo color.

Alicia lo pensó durante unos segundos y finalmente negó con la cabeza desilusionada.

—Lo siento Alex, no recuerdo a nadie vestida así.

—Era muy guapa, venga, Ali, ¿a quiénes invitaste? —insistió con urgencia. Alicia volvió a negar con la cabeza avergonzada.

—Ya sabes que todo mundo invita a quien quiere, podría decirte quienes fueron mis invitados pero no creo que la conozcan. Anoche asistieron más desconocidos que amigos. 

—¿En serio?

—Sí, ni siquiera Cat quiso venir.

—Ella es así.

Ella era por decir poco: aburrida con respecto a las fiestas.

—Pero tal vez Susana sí sepa de quien hablas. Está arriba limpiando las habitaciones.

—¿No les metiste llave? 

Alicia lució realmente molesta cuando respondió:

—Son unos cerdos —dijo a modo de respuesta— Necesitamos terminar antes de mediodía o estaré muerta. 

—Bien, iré a limpiar arriba.

Alicia se dirigió hacia la cocina para continuar, mientras él subió las escaleras.

Encontró a Susana recogiendo las botellas que estaban dentro de la habitación de los padres de Alicia, para suerte de la anfitriona había sido lo suficiente inteligente para guardar todo lo de valor en el despacho de su padre, además de quitar cualquier cosa que se pudiera romper y esconderlos en el cuarto de lavado.

—¿Te la pasaste bien anoche?

Susana levantó la cabeza haciendo que sus mechones de cabello rubio flotaran frente a su rostro. Ella siempre había estado ahí, sus padres eran amigos desde la universidad y desde preescolar habían asistido a las mismas escuelas. Con el pasar del tiempo, las familias de ambos habían esperado que sucediera algo más entre ellos, pero jamás había llegado el momento deseado. 

La rubia se levantó y se acercó a Alejandro.

—Alicia ha maldecido tu nombre desde las ocho.

—Mi alarma no sonó.

—Nunca suena cuando hay que limpiar —comentó ella a modo de reproche—. Me quedé a dormir aquí para limpiar, apenas he dormido nada—admitió—. ¿Te fuiste temprano? No te vi.

—Estuve en la azotea. ¿Tú te divertiste?

Ella sonrío en grande y él sin haberla escuchado aún supo lo que venía a continuación:

—Conocí al hombre de mis sueños: El hombre araña en persona

—¿Quién demonios se disfraza del hombre araña? Ni siquiera está de moda.

—A mí me pareció de lo más tierno. Toda la noche bailamos, fue asombroso

—¿Cómo se llama?

—No quiso decírmelo, pero le he dado mi número y hemos quedado para la siguiente semana —al menos ella había sido lo suficientemente inteligente para citarse e intercambiar números.

—Siempre conoces al hombre de tus sueños —replicó él, Susana torció el gesto.

—Por suerte siempre estás ahí para patear traseros —Alejandro le dio una media sonrisa honesta y media de lástima—. Vamos Alex, esta vez estoy segura —el rostro de su amigo quitó la sonrisa por completo y la miró con seriedad— Tomaré precauciones ¿de acuerdo? 

—Solo desearía que no te enamoraras tan rápido —y era sincero, en aquel año había estado enamorada al menos cuatro veces y había conocido al hombre de sus sueños unas seis más. 

—Y yo que tú te enamoraras — ambos se miraron por largo rato a los ojos. Los verdes ojos de Susana le lanzaban golpes y patadas mientras los ojos marrones del cobrizo se mantenían firmes. 

—Bueno, tal vez esta vez así sea. No estoy enamorado — aclaró cuando Susana empezó a dar saltos de felicidad y a sonreír como el gato de Alicia en el País de las Maravillas—, pero conocí a una chica.

—¿Anoche? —Alejandro asintió—. ¿Cómo se llama? ¿En qué escuela va? ¿La conozco? 

—Bueno… —él medito durante unos segundos y se alejó de su amiga lo suficiente para estar a salvo cuando le contara la verdad—, no sé su nombre.

A diferencia de todas las posibles reacciones que podría haber supuesto que ella tendría, no se esperó lo que hizo a continuación:

—Es tan romántico, tú jamás has salido con nadie y conoces a una chica pero no tienes idea de quién es ella.

No tenía nada de romántico, todo le parecía una patada en el trasero por parte del destino y ya podía entender porqué le iba tan mal en las relaciones a Susana si consideraba su tragedia como una buena historia de amor. 

—Tienes que dejar de ver tantas películas cursis y concentrarte. ¿Recuerdas a alguien con un vestido azul y un antifaz del mismo color? Tenía unas plumas y su vestido le llegaba por debajo de las rodillas. 

—Aunque no lo creas, anoche solo fui la Mary Jane del hombre araña —él hizo una mueca ante la cursilería, y ella con un manotazo al aire ignoró el mal gesto—. ¿De que hablaron toda la noche?

—De trivialidades, pasatiempos, música, no sé me ocurrió preguntarle nada sobre su vida. 

—¿Y su voz?, ¿cómo era su voz?

—No lo sé, a ratos estuvimos gritando y la música no ayudaba en poder saber cómo era su voz.

—¿Color de ojos? ¿Color de piel?

—Era blanca. Tenía ojos claros. 

—¿Más oscuros que los tuyos?

—Un poco, aunque pudieron ser incluso verdes como los tuyos, no había buena luz.

—¿Tenía un gran escote?

—¿Qué?

—No miraste sus ojos, no recuerdas su voz y no preguntaste por su nombre, debiste estar viendo su escote.

—No, no llevaba ningún escote. Llevaba un vestido azul.

—Ya dijiste que era azul, vamos, dame otra pista. ¿Qué te dijo Ali?

—No sabe de quién hablo y supone que es una desconocida. 

—¿No mencionó nada de la escuela? 

Abrió los ojos en grande al recordar un detalle importante:

—Mencionó la clase del profesor Vega cuando hablábamos de sus libros, va en nuestra escuela. 

—Bien hecho, has minimizado la lista a unas trescientas personas —replicó ella—. Tal vez Cat la conozca, ya sabes que esa es su clase favorita, creo que hasta entró al club de lectura del profesor, tal vez esté en su club.

—No está ahí. Los del club de lectura siempre presumen que están dentro, supongo que para ellos es como entrar a una hermandad, sin importar cuan patético sea para el resto de los mortales.

—Cat está en ese club — le recordó al notar que estaba por comenzar sus comentarios pasivo agresivos.

—Es la verdad, ella no deja de hablar de eso.

Aunque cuando lo pensó, lo cierto es que no la recordaba hablando de su club de libros en los últimos meses, aunque tal vez se debía a que no solía prestarle demasiada atención. 

—Podríamos hacer una investigación, preguntaré a mis amigos de anoche, tal vez alguien más la vio. Tú puedes hacer lo mismo y que Alicia se encargue de otro tanto. 

—Estas haciendo todo un plan desquiciado para algo que no tiene importancia, sólo es una chica

—La primera chica de la que pareces emocionado, no es sólo una chica y te juro por estos tacones que voy a hacer todo para encontrarla. 

—Empiezo a arrepentirme de abrir la boca.

—Demasiado tarde, ¿Ya le preguntaste a Cat?

—Ella no vino ayer.

—Alex —Susan le lanzo una mirada de advertencia

—Dejemos de hablar de esto y limpiemos o Alicia nos arrancara la cabeza. 

A pesar de que sus dos amigas hicieron todo por encontrar a la chica del vestido azul contactando a quienes recordaban haber visto en la fiesta, no hubo resultados. La mayoría de las respuestas eran las mismas:

Sí, todos lo vieron llegar a él; sí, todos lo vieron con una chica; pero nadie pareció prestarle atención lo suficiente como para poder identificarla. 

El fin de semana pasó sin ninguna nueva noticia, Alicia había prometido mantenerlo en contacto si la chica del vestido azul se comunicaba con ella, pero no tuvo noticia alguna. Desafortunadamente, entre Alicia y Susana consiguieron informar a media escuela de que él estaba buscando a una chica de vestido azul con antifaz que había conocido en la fiesta y de la que estaba “locamente enamorado”. 

—¿Ella te dijo qué? — explotó Alex en el teléfono mientras escuchaba a Diego reír desde el otro lado de la línea.

—Sus exactas palabras: Alex esta locamente enamorado de una chica y no sabe quién es. 

—Eso no tiene nada de gracia, ¿Por qué exageran todo?

—Ni idea, venga, es gracioso. 

—Ahora media escuela creerá que soy un niño enamorado de una desconocida, simplemente quería volver a verla y ahora todos creen que yo… —soltó el aire de sus pulmones intentando relajarse—. Esto es una verdadera porquería.

—Tranquilo, para el lunes todo estará olvidado. 

—Pues estoy deseando que sea lunes 

Pero cuando llegó el lunes, se arrepentiría de haberlo deseado. 

La primera clase transcurrió sin inconveniente y todo habría ido bien sino fuera por la chica de cabello negro que caminó hacia él y se lanzó a sus brazos inesperadamente. Se quedó paralizado hasta que ella dio un paso atrás.

—¿Quién eres?

Intento esquivarla y continuar su camino pero la chica de ojos verdes y nariz torcida se plantó frente a él con una sonrisa en su rostro.

—¿No me recuerdas?

—¿Cómo dices? 

—Soy la chica del vestido azul.

Alex tragó saliva observando el rostro de ella, su nariz era más grande de lo que recordaba, tenía demasiadas pecas por sus mejillas y no sabía si era la chamarra rosa o los pantalones amarillos de la joven plantada frente a él que le decían que no habría modo que se tratara de la misma persona. Había bailado con la princesa y ahora se enfrentaba a su rana con vestuario de llamativos y diferentes colores.

—Creo que es un error —dijo él dando un paso hacia atrás. No puede ser ella. Ella era perfecta. Y estaba seguro de que no había ingerido ninguna bebida alcohólica para que su mente le hubiese jugado una mala movida. Ella no era la chica del vestido azul, de eso estaba seguro.

—¿Disculpa?

—Yo… tengo que irme —se alejó de ahí a paso rápido pero la chica de las zapatillas amarillas no se dio por vencida, lo persiguió por todo el corredor hasta que él logro esconderse tras la puerta del baño de hombres.  

Se acercó al lavabo para mojar su cara y despejar su mente, pero todo quedó en el olvido cuando vio una hoja tamaño carta con tres líneas impresa a blanco y negro. 

—Maldita sea.

Salió apresurado con la hoja en mano. Era la hora del almuerzo y sabía dónde encontrarlas. 

Caminó hacia el patio del Instituto, donde se encontraban unas bancas debajo de un techo de madera. Pudo divisar tres cabelleras femeninas reunidas y reconoció sus risas. Se dirigió con paso decido a las tres mujeres y una vez frente a ellas puso la hoja frente a él.

—¿Pueden decirme qué demonios significa esto? 

En letras grandes y negras estaba escrito: 

RECOMPENSA  

$1,000.00

Alejandro busca a la chica del vestido azul de la fiesta de disfraces. Ayúdalo a encontrarla.

Y luego una fotografía de su cara. 

Alicia se levantó de su lugar y tomó su brazo. 

—Es un buen plan, ella vendrá a buscarte cuando sepa lo importante que fue para ti. 

—O por el dinero —la contradijo. Susana alzó una ceja de manera pensativa mientras movía su boca en un puchero de un lado a otro.

—Tal vez no debimos poner recompensa —aceptó la rubia.

—¿Tal vez? Tal vez no debieron hacer un anuncio.

—No te enojes, Alex.

—¿Qué no me enoje? Ustedes han perdido la cabeza, nadie hace algo parecido en sus cinco sentidos.

—Querías encontrarla, ¿no?

—Quería saber quién era —corrigió—. Esto que hicieron es simplemente ridículo. 

—Bien, llamaremos a unos cuantos amigos y diremos que no estas interesado. Hoy iré por los boletines de la cafetería. 

—¿Qué?, ¿Cuántas de estas cosas hicieron? — agitó el papel en su mano, su cara había pasado de la molestia a la angustia en un segundo.

—Unas cuantas.

—¿Cuántas?

—Cien copias, pero tranquilo solo hemos entregado la mitad.

No habría que ser un genio para suponer que considerando que fuera cierto lo que Alicia decía entonces aproximadamente cincuenta copias estaban desparramadas en el instituto, cincuenta personas podrían haber leído esas hojas y haberlas tomado en su poder y si la suerte lo acompañaba otras dos personas por cada una de esas cincuenta personas había sido enteradas. Ciento cincuenta personas estaban al tanto de esa mierda en la que estaba involucrado. Y la cuenta cada hora iría en aumento.

Su cara se tornó de distintos colores y su mirada paso del odio a la tragedia al coraje y finalmente pareció abrumado por todo.

—Esto está mal. Ella no vale toda esta mierda —se jaló su cabello hacia atrás. Las dos jovenes lo veían sin decir una palabra pero conscientes que posiblemente esta vez habían pasado el límite. —¿No tienen nada mejor que hacer con sus vidas? Espero que al menos no hayan llamado a emergencias reportando una desaparición.

Él miro a las tres chicas. La rubia era la más alta de las tres, le resultaba extraño y fenomenal que Susana hubiese decido entrar al club de voleibol antes que unirse a alguna compañía de belleza. Tenía su cabeza en alto sin lucir arrepentida de sus acciones, maldita bruja orgullosa, pensó lanzándole una mirada que rompía huesos y dientes. Susana por su parte le dio una mirada que se defendía con un escudo de indiferencia absoluta. 

Ella era una justa competencia a la hora de matar con la mirada, sin embargo cuando Alejandro alzó una ceja que valía como un rompe cuellos, Susana desvió la mirada a otra parte. 

Alicia era la más pequeña de las tres, era demasiado delgada pero aun así estaba seguro que si ella se lo proponía podría golpear hasta ganar a un hombre de peso completo, era demasiado activa para ese diminuto cuerpo e inteligente. Todas sus decisiones eran acertadas y daban justo donde ella quería. Así que no comprendía cómo esa chica de cabello corto y rojizo podría haber cometido una tontería como la que hizo.

Finalmente estaba Catalina, ni siquiera eran realmente amigos, ella era amiga de las otras dos y sí, asistían a salidas; sí, siempre iba a reuniones sociales en casa de Alicia o de Susana; pero no, jamás habían tenido una conversación profunda o a solas. Ella era demasiado tímida. Era la chica del medio, no era alta como para convertirse en modelo como Susana ni lo suficiente pequeña para ser llamada enana o diminutivos derivados. Estaba en el medio. Y Alejandro podía estar, casi un cien por ciento, seguro que ella no tenía nada que ver en aquella mierda. 

—Catalina no se mete en mis cosas, ¿Por qué no pueden seguir su ejemplo? 

—Porque a ella no le importa una mierda tus cosas, pero a nosotras sí —replicó Alicia.

Era cierto, él no tenía una amistad confidente hacia Cat y por parte de ella sucedía exactamente lo mismo. Él casi podría jurar que ella no tenía idea de cuál era su apellido o si tenía un segundo nombre. Eran dos desconocidos a pesar de todo. 

—Pues al menos así ella deja mis asuntos tranquilos.

—Puedes estar molesto, pero eso no cambia el hecho de que más de doscientas personas sepan lo de tu chica de vestido azul.

—¿Más de doscientas personas? — Susana era terrible en matemáticas, dudaba que ella hubiese realizado un análisis de probabilidad como el suyo, además había cierta seguridad en su voz que lo hacían imaginar lo peor.

—Está en el periódico de la escuela.

—¿Periódico de la escuela? ¿Tenemos uno?

—Sí y tu foto estaba en la primera plana. Según Erik ya se han vendido las doscientas copias del día. Eres famoso.

Podía imaginar su rostro en la primera plana de un periódico y solo sintió unas ganas de vomitar. Lo tuvo claro, la única solución era declararse muerto por vergüenza pública y salir de todo eso.

—¿Han pensado que ella podría creer que estoy enamorado-obsesionado o lo que sea de ella?

—¿No es la idea?

—¡NO! — gritó haciendo que a varias mesas de distancias las cabezas se giraran a mirarlo—. No —dijo un poco más bajo— ¿Qué se supone que debo hacer?

—Mañana podemos poner otro boletín en la cafetería y un anuncio en el periódico en el que ya no busques a…

—¿Todo tiene que ser con medios de comunicación? No, no y no. Tiene que haber otra manera.

—Tal vez puedes aprovechar esto, Alex. Quizás algunas finjan ser esa chica, pero con suerte aparezca la verdadera.

—En alguna parte del instituto hay una chica burlándose con sus amigas de mí y no falta mucho tiempo hasta que lo dé a conocer. Y si eso pasa ustedes dos estarán muertas. 

—Seguiremos vivas —contradijo con despreocupación Alicia. 

—Esto es ridículo, ustedes lo han exagerado y yo no quiero seguir en esto.

Catalina tomó la hoja que Alejandro había dejado caer al suelo y la leyó. Sonrío imaginando todas las cosas que pasaban por la mente del chico frente a ella. Les dio una mirada a sus dos amigas y negó con la cabeza. Solo ellas podrían haber hecho una estupidez como esa. 

—No volveré a confiar en ninguna. Desde hoy, Catalina será a la persona a la que le cuente mis problemas —Cat levantó la mirada, ¿Qué? Él sí que está desesperado, pensó sin mostrar alguna expresión.

—Sólo estas dramatizando —dijo Alicia quitándole importancia—. Ahora todos saben tu nombre, te hemos dado popularidad. Deberías estar agradecido.

Alejandro frunció el ceño y soltó un bufido. La mirada de él lanzó una patada voladora a Alicia quien en el último segundo le detuvo y lo alejo con otro manotazo. Se quedaron mirando hasta que Alejandro miró a la chica del medio.

—¿Tú sabías algo de esto?

—No —sonaba sincera, pero era difícil saber cuál era su opinión de todo aquello. ¿Él estaba exagerando o fueron ellas quien lo exageraron todo? Decidió que no importaba lo que Cat tuviese que decir al respecto, para él ellas habían tenido la culpa de todo. 

—Arreglen esto —dijo y dio media vuelta para alejarse, pero no se movió de su lugar como si hubiese recordado que todavía había algo pendiente. Él las conocía bien, una era su amiga de toda la vida y la otra era su vecina. Volvió a mirar a las tres mujeres de la banca. 

—No. Sólo quiero esas copias de regreso y no hagan otro escándalo con ningún medio de comunicación. 

Y se marchó enfurecido.

—En menos de un mes tendrá novia —dijo Susana mirando a su amigo alejándose de ellas.

—Te apuesto unos zapatos nuevos a que la tendrá en dos semanas —continuó Alicia. Ambas se dieron un apretón de manos por detrás de Catalina, quien aún miraba el cabello desordenado de Alejandro alejarse. 

—Yo creo que él no encontrará a la chica que busca —dijo Cat segura de sus palabras y girando para mirar las manos de sus dos amigas aun unidas. Con su mano derecha apretó las manos de ellas.

—¿No? Él está seguro de que va en esta escuela, tenemos una pista. El profesor de literatura y lo único que debemos hacer es encontrarla. 

—¿Unas zapatillas nuevas para quien gane? —las tres mujeres asintieron. 

Sólo una de ellas saldría con las manos llenas en las próximas semanas. 

Deja un comentario